Me
mantengo mirando las luces de los cerros y sintiendo el aire de costa, pensando
si algún día me sentiré como en casa. Me despiertan las micros llegando en la
parada cercana y la otra gente haciendo su vida periódica, y si he puesto mi
esencia en cada muro que habito para recordar lo que soy, pinto lo que me rodea
y me inspira mi día a día, el reflejo de mí, merece ser representado.
A cada cierta hora del día todo luce muy nostálgico aunque apenas llevo tiempo aquí, pero quizás siempre pertenecí aquí o a algo parecido.
En las tardes todo se siente silencioso como si todo este espacio fuera solo mío. Siento la belleza de todo eso y como me acompaña en mis días.
Aunque hay veces en donde me carcome la soledad de este espacio y después de sentirme dueña de todo, siento que no tengo nada.
Pienso muchas cosas en ese estado, en mi espacio que ya lo hice mío, cosa innegable, planeo quedarme en esta nueva cotidianidad de tranquilidad y el caos en esta, aunque admitiéndolo soy parte del caos.
Rompo el silencio de las habitaciones mientras voy apurada a algún lugar que apenas conozco, poniendo la música que me gusta, esta escuchándose hasta la cocina mientras cocino para un par de días. Y para cuándo me duermo después de medicarme, caigo muerta hasta que las micros del paradero me vuelven a despertar.
En fin, pude ver el orden estético en lo cotidiano.
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